lunes, 24 de marzo de 2014

¿Es un pájaro, es un avión? ¡No! Es fantasía en el Siglo de las Luces.


Es quizás el Siglo de las Luces uno de los más denostados desde la perspectiva literaria, visto muchas veces como un siglo racional, utilitarista, áspero para las letras, en el que no hay lugar para la ficción literaria. Sin embargo, tras estos prejuicios encontramos mucho más.
Cabe señalar que la razón y el aprovechamiento de la literatura para instruir a la sociedad serán dos pilares de la poesía del siglo XVIII, pero eso no excluye de la misma el recurso a la fantasía. Desde el momento en que se recurre a la ficción, en cierta manera se recurre a la fantasía, aunque esta esté al servicio de una idea de “utilitas”.
No encontraremos en esta poesía lo que comúnmente nos viene a la mente ante la palabra “fantasía”: mundos inventados poblados de hadas y demás seres fantásticos; no es eso lo que buscamos, sino que buscaremos la creación de una ficción que no busca la verosimilitud aunque sí haga referencia a la realidad, en la mayoría de ocasiones para establecer una enseñanza.
Es un canal para la creación de realidades fantásticas la mitología, pilar fundamental de la poesía, sobre todo de la tendencia neoclásica. A través de figuras mitológicas se recrea un mundo ideal, en el que se narran viejos mitos con los que se pretende enseñar un dogma a esta realidad impura y mundana en la que los poetas viven y que quieren mejorar, haciendo que se parezca cada vez más a esa recreación ideal (y fantástica) que va a ser el mundo grecolatino para los ilustrados. Encontramos este tema en poemas como la Fábula de Alfeo y Aretusa o Acteón y Diana, ambos de José Antonio Porcel y Salamanca.

Fuente de Acteón y Diana, Palacio de Caserta (Italia).
Paolo Persico, Brunelli, Solari. (S.XVIII)

El poema “Acteón y Diana” se incluye dentro de lo que conocemos como posbarroquismo, ya que en él confluirán elementos barrocos y otros netamente neoclásicos. En cuanto a su factura formal, encontramos un poema formado por redondillas octosílabas, forma métrica más corta y suave que las utilizadas durante el siglo XVII, cercana a la estética rococó. Del mismo modo, encontramos una sintaxis más sencilla, menos latinizante, con un uso de figuras retóricas menos abundante pero aún persistente, que hacen la poesía algo menos oscura. No obstante, el uso de la metáfora para crear dobles sentidos y el humor nos sitúa aún en lo barroco.
El poema nos narra un mito clásico, el inesperado encuentro entre la diosa de la castidad y un desventurado cazador que es convertido en venado y devorado por sus propios animales de caza tras observar a la diosa Diana desnuda mientras esta se bañaba. La temática se incluye dentro de la estética neoclásica, que recoge la tradición grecorromana, aunque en este caso se utilizará el mito con unos fines propios. El entorno es idealizante, de “locus amoenus”, lo cual contrasta con la irreverencia de Acteón y Diana.
Observamos también que el peso de la poesía burlesca gongorina se deja ver, puesto que los personajes son ridiculizados y actúan como seres humanos, con sus vicios y virtudes. Por ejemplo, la diosa Diana debe ducharse porque “es leona y manchas tiene”. Del mismo modo, expresiones como “adivinando que allí habría un buen ojeo” dejan patente que la sátira será el elemento principal para entender el mito, que en el remate o envío dejará clara su intención, que como no podría ser de otra manera, es didáctica.
Por el ejemplo que presta el mito de Acteón y Diana, Porcel realiza una misógina (al menos desde nuestra perspectiva) enseñanza: que el hombre no se deje llevar por la mujer ni por la lascivia que ante esta se desata, y que sea racional, puesto que ser pasional solo lo llevará a ser “un pobre, un bruto y un cornudo”.

En el envío aparece de nuevo lo propiamente ilustrado, que es el uso utilitarista de la literatura para transmitir una enseñanza moral. Por lo tanto, la fantasía se subordina a la enseñanza moral. No obstante, cabe decir que este uso utilitarista de la literatura es casi una constante en la historia de la literatura española, pues de diferente manera se ha ido perpetuando desde la Edad Media hasta el siglo XVIII.

Así, podemos afirmar que la mitología será uno de los cauces por los que la fantasía se representará en la Ilustración, si bien no será el único.

Fuente de Diana y Acteón, Caserta (Italia)

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