jueves, 19 de junio de 2014

Comentario de La Regenta: entre Realismo y Naturalismo.

En esta última entrada, realizaré un comentario filológico sobre un fragmento de la obra La Regenta(1884), concretamente, nos referiremos a un extracto del capítulo XVI.

Por medio del estudio sosegado del fragmento señalado que va desde «El jueves Santo llegó con una noticia que había de hacer época en los anales de Vetusta », hasta «Una hora antes de obscurecer salió la procesión del Entierro de la iglesia de San Isidro», podemos encuadrar este texto en el movimiento literario al que pertenece.


Así, a la hora de adscribir La Regenta a un movimiento literario concreto, nos vemos obligados a matizar que, o bien es realista con gran influencia de lo naturalista, o naturalista con grandes rasgos realistas.

Sin embargo, optaremos por considerarla una obra realista con elementos claramente naturalistas, que sin duda recorrieron el mundo cultural hispánico aunque este movimiento no gozará de gran predicamento en España.

 La narración es eminentemente realista, pues se trata en esta de representar la realidad como si de un espejo se tratara, aspirando a la mayor objetividad posible. Así, el texto es un documento vivo de la sociedad burguesa de la época, cuestión que en adelante también trataremos.

La elección de un narrador heterodiegético, en 3ª persona, omnisciente y que nos cuenta la historia desde un punto de vista extradiegético nos enfrenta narratológicamente al prototípico narrador realista, que busca la explicación total del mundo; no excluyendo ni lo sublime ni lo grotesco, que se mezclarán en la narración.  

El estilo va a ayudar a la consecución de la sensación de conocimiento total por parte del autor, que nos va a presentar la historia como un todo, si bien en ocasiones pondrá el foco en un personaje concreto, como hará, por ejemplo, en este fragmento con el personaje de Ana Ozores, recurriendo a veces al recurso del estilo indirecto libre para transmitir los pensamientos de la misma.

Tanto el tema como su tratamiento son de índole claramente realista, ya que encontramos que es una literatura para las clases medias burguesas de finales del siglo XIX, que va a reflejar sus problemas y motivaciones. Además, el tema se trata desde la contemporaneidad, ya que la Vetusta que se narra es la de los lectores coetáneos al surgimiento de la obra.

Para acrecentar esta sensación de simultaneidad y aportar a su vez verosimilitud a la obra, se recurrirá a situar espaciotemporalmente la obra (Semana Santa vetustense). Además, se procede a describir con todo lujo de detalles los usos sociales propios de los pasos procesionales de Vetusta, e incluso se contrastan con los de otras zonas de la península, en concreto de Zaragoza.

La visión del autor de esta burguesía acomodada y aristócrata no parece ser precisamente positiva, sino que más bien se trata de una crítica directa a “la ciudad que duerme”, a los sistemas que mantienen el orden establecido y no se abren a la modernidad que poco a poco se va implantando en la sociedad española.

A la hora de intentar vislumbrar las intenciones del autor no se puede olvidar que Leopoldo Alas era un intelectual y librepensador influido fuertemente por todas las corrientes filosóficas europeas, y que va a alejarse de los dogmatismos e hipocresía de la clase dominante española.

Eso es precisamente lo que critica en la obra, y se puede apreciar especialmente en este fragmento, en el que la falsa religiosidad es el principal tema. Nos encontramos en un momento clave de la obra, justo cuando Ana Ozores se dispone a hacer el último acto de redención cristiana para con su padre espiritual, Fermín de Pas, que más parece para el lector un gesto de fidelidad al Magistral que un acto de verdadera piedad religiosa.

La sociedad vetustense, falsamente cristiana, se encuentra conmocionada ante la decisión de la Regenta de procesionar descalza el jueves santo. Tanto Obdulia como Visitación se muestran conmocionadas, escandalizadas, y la primera casi envidiosa por el papel protagonista que tomará Ana, y mostrarán una vez más su hipocresía  prestando más atención a la ropa que esta llevará que a las razones de la penitencia, que por supuesto serán vistas por ellas como una mala influencia de Don Fermín de Pas.

Aunque podríamos seguir desmenuzando los diferentes elementos que nos dan muestra de lo realista del texto, debido a que tenemos un espacio limitado, pasaremos a detallar qué encontramos del naturalismo en la obra.

Obviamente, la obra presenta influjos naturalistas, pues no hay que olvidar que Clarín fue un crítico literario además de escritor, y que estaba al tanto de las novedades literarias en la vecina Francia. A diferencia de otros escritores de la época, posiblemente haría una lectura del naturalismo francés más profunda de lo que se cree, y lo adaptaría a la realidad española con unos rasgos propios que incluyó en su obra. 

Así, en ocasiones nos encontramos con ambientes degradados, que muestran lo más bajo del ser humano (como puede ser el ambiente hipócrita de los salones vetustenses). Además, encontramos que, según la lectura que hagamos de la obra, el principal presupuesto del naturalismo se cumplirá en La Regenta, y es el de que  el ser humano se ve influido y abocado al fracaso por su herencia biológica y por el medio en el que vive.

Así, encontramos que en los momentos clave Ana pierde su religiosidad recordando las ideas de su padre (un liberal), y finalmente terminará la Regenta en caer en el pecado del adulterio, o como apuntaba en mi anterior entrada, a vivir la sexualidad humana, volviéndose “como todas”, colaborando de esa sociedad vetustense corrupta e hipócrita, que tira con desprecio la manzana que acaba de morder.

Para ampliar información sobre la influencia del naturalismo en La Regenta recomiendo el siguiente trabajo de Diego Martínez Torrón.


Comentario de La Regenta: entre Realismo y Naturalismo.

En esta última entrada, realizaré un comentario filológico sobre un fragmento de la obra La Regenta (1884), concretamente, nos referiremos a un extracto del capítulo XVI.

Por medio del estudio sosegado del fragmento señalado que va desde «El jueves Santo llegó con una noticia que había de hacer época en los anales de Vetusta », hasta «Una hora antes de obscurecer salió la procesión del Entierro de la iglesia de San Isidro», podemos encuadrar este texto en el movimiento literario al que pertenece.


Así, a la hora de adscribir La Regenta a un movimiento literario concreto, nos vemos obligados a matizar que, o bien es realista con gran influencia de lo naturalista, o naturalista con grandes rasgos realistas.

Sin embargo, optaremos por considerarla una obra realista con elementos claramente naturalistas, que sin duda recorrieron el mundo cultural hispánico aunque este movimiento no gozará de gran predicamento en España.

 La narración es eminentemente realista, pues se trata en esta de representar la realidad como si de un espejo se tratara, aspirando a la mayor objetividad posible. Así, el texto es un documento vivo de la sociedad burguesa de la época, cuestión que en adelante también trataremos.

La elección de un narrador heterodiegético, en 3ª persona, omnisciente y que nos cuenta la historia desde un punto de vista extradiegético nos enfrenta narratológicamente al prototípico narrador realista, que busca la explicación total del mundo; no excluyendo ni lo sublime ni lo grotesco, que se mezclarán en la narración.  

El estilo va a ayudar a la consecución de la sensación de conocimiento total por parte del autor, que nos va a presentar la historia como un todo, si bien en ocasiones pondrá el foco en un personaje concreto, como hará, por ejemplo, en este fragmento con el personaje de Ana Ozores, recurriendo a veces al recurso del estilo indirecto libre para transmitir los pensamientos de la misma.

Tanto el tema como su tratamiento son de índole claramente realista, ya que encontramos que es una literatura para las clases medias burguesas de finales del siglo XIX, que va a reflejar sus problemas y motivaciones. Además, el tema se trata desde la contemporaneidad, ya que la Vetusta que se narra es la de los lectores coetáneos al surgimiento de la obra.

Para acrecentar esta sensación de simultaneidad y aportar a su vez verosimilitud a la obra, se recurrirá a situar espaciotemporalmente la obra (Semana Santa vetustense). Además, se procede a describir con todo lujo de detalles los usos sociales propios de los pasos procesionales de Vetusta, e incluso se contrastan con los de otras zonas de la península, en concreto de Zaragoza.

La visión del autor de esta burguesía acomodada y aristócrata no parece ser precisamente positiva, sino que más bien se trata de una crítica directa a “la ciudad que duerme”, a los sistemas que mantienen el orden establecido y no se abren a la modernidad que poco a poco se va implantando en la sociedad española.

A la hora de intentar vislumbrar las intenciones del autor no se puede olvidar que Leopoldo Alas era un intelectual y librepensador influido fuertemente por todas las corrientes filosóficas europeas, y que va a alejarse de los dogmatismos e hipocresía de la clase dominante española.

Eso es precisamente lo que critica en la obra, y se puede apreciar especialmente en este fragmento, en el que la falsa religiosidad es el principal tema. Nos encontramos en un momento clave de la obra, justo cuando Ana Ozores se dispone a hacer el último acto de redención cristiana para con su padre espiritual, Fermín de Pas, que más parece para el lector un gesto de fidelidad al Magistral que un acto de verdadera piedad religiosa.

La sociedad vetustense, falsamente cristiana, se encuentra conmocionada ante la decisión de la Regenta de procesionar descalza el jueves santo. Tanto Obdulia como Visitación se muestran conmocionadas, escandalizadas, y la primera casi envidiosa por el papel protagonista que tomará Ana, y mostrarán una vez más su hipocresía  prestando más atención a la ropa que esta llevará que a las razones de la penitencia, que por supuesto serán vistas por ellas como una mala influencia de Don Fermín de Pas.

Aunque podríamos seguir desmenuzando los diferentes elementos que nos dan muestra de lo realista del texto, debido a que tenemos un espacio limitado, pasaremos a detallar qué encontramos del naturalismo en la obra.

Obviamente, la obra presenta influjos naturalistas, pues no hay que olvidar que Clarín fue un crítico literario además de escritor, y que estaba al tanto de las novedades literarias en la vecina Francia. A diferencia de otros escritores de la época, posiblemente haría una lectura del naturalismo francés más profunda de lo que se cree, y lo adaptaría a la realidad española con unos rasgos propios que incluyó en su obra. 

Así, en ocasiones nos encontramos con ambientes degradados, que muestran lo más bajo del ser humano (como puede ser el ambiente hipócrita de los salones vetustenses). Además, encontramos que, según la lectura que hagamos de la obra, el principal presupuesto del naturalismo se cumplirá en La Regenta, y es el de que  el ser humano se ve influido y abocado al fracaso por su herencia biológica y por el medio en el que vive.

Así, encontramos que en los momentos clave Ana pierde su religiosidad recordando las ideas de su padre (un liberal), y finalmente terminará la Regenta en caer en el pecado del adulterio, o como apuntaba en mi anterior entrada, a vivir la sexualidad humana, volviéndose “como todas”, colaborando de esa sociedad vetustense corrupta e hipócrita, que tira con desprecio la manzana que acaba de morder.

Para ampliar información sobre la influencia del naturalismo en La Regenta recomiendo el siguiente trabajo de Diego Martínez Torrón.


sábado, 14 de junio de 2014

El Goya liberal

Tras la disertación  «Goya. Disparates ¿Serviles y liberales?» de D.Juan Carrete Redondo inscrita en el I Congreso Liberal: La represión absolutista y el exilio, se nos ofreció una visión de un Goya envuelto en el miedo, pero con una mirada esperanzadora. Decimos miedo, puesto que nos encontramos en la Época del Terror, habiendo declarado su apoyo a José I, se encuentra en aprietos a la hora del reinado de Fernando VII, pero además, nace Rosarito, hija de su amante, lo cual era mortalmente perseguido por la Inquisición y cae enfermo.

Podemos decir que le llueven los problemas, sin embargo, en su autorretrato podemos ver una expresión temerosa tal vez pero esperanzada, de un futuro mejor. Así pues, estamos en contexto de conflictos entre liberales, serviles, con numerosos pronunciamientos militares, con una fuerte presencia de la Santa Inquisición... Para Goya esta etapa vivida está fuera de propósito y razón, comienza una colección que denomina Los Disparates, los cuales nunca estuvieron en venta, esta colección se comportan como serie con forma, forma de acercarse a la visión de Goya. Las estampas se dividen en dos grupos antagónicos continuamente, el bien y el mal, el pueblo y la aristocracia. Encontramos siempre un protagonista, el miedo y el terror, hay un tema omnipresente que es la maldad representada mediante lo feo y lo grotesco, se nos representarán la lucha entre dos grupos, los liberales y los serviles, que lleva de la mano la idea de la esperanza del bien contra el mal.

El Goya liberal

Tras la disertación  «Goya. Disparates ¿Serviles y liberales?» de D.Juan Carrete Redondo inscrita en el I Congreso Liberal: La represión absolutista y el exilio, se nos ofreció una visión de un Goya envuelto en el miedo, pero con una mirada esperanzadora. Decimos miedo, puesto que nos encontramos en la Época del Terror, habiendo declarado su apoyo a José I, se encuentra en aprietos a la hora del reinado de Fernando VII, pero además, nace Rosarito, hija de su amante, lo cual era mortalmente perseguido por la Inquisición y cae enfermo.

Podemos decir que le llueven los problemas, sin embargo, en su autorretrato podemos ver una expresión temerosa tal vez pero esperanzada, de un futuro mejor. Así pues, estamos en contexto de conflictos entre liberales, serviles, con numerosos pronunciamientos militares, con una fuerte presencia de la Santa Inquisición... Para Goya esta etapa vivida está fuera de propósito y razón, comienza una colección que denomina Los Disparates, los cuales nunca estuvieron en venta, esta colección se comportan como serie con forma, forma de acercarse a la visión de Goya. Las estampas se dividen en dos grupos antagónicos continuamente, el bien y el mal, el pueblo y la aristocracia. Encontramos siempre un protagonista, el miedo y el terror, hay un tema omnipresente que es la maldad representada mediante lo feo y lo grotesco, se nos representarán la lucha entre dos grupos, los liberales y los serviles, que lleva de la mano la idea de la esperanza del bien contra el mal.

Fermín de Pas: ¿Magistral o Pecador?


Desde el primer momento se nos presenta la figura de un sacerdote que está continuamente entre las cuerdas del poder y de la fe, desde su primera aparición denota claramente cuales son los rasgos más significativos de su personalidad, los cuales a lo largo de la historia no harán más que agravarse.

Así pues, me parece muy significativa la imagen del Magistral en la torre de la catedral, donde nos presenta vista de pájaro la ciudad de  Vetusta, pero no solo nos la muestra sino que es conocedor palmo a palmo de ella, conocedor física y espiritualmente, ya que guarda tras su sotana las confesiones más oscuras de cada vetustense, no obstante vemos como siendo recipiente de confesiones se siente y se intenta afianzar como dueño de aquella ciudad y sus ciudadanos, es pues la viva imagen de la Iglesia que Clarín nos intenta retratar, una institución que se mueve por sus propios intereses de dominación y de poder, y no el promulgar la buena fe cristiana.

Por consiguiente, asomado en la torre podría parecer que es ansia o anhelo por estar más cercano al cielo o que tal lugar le favorecía un acercamiento a Dios, pero no, Fermín de Pas no dirige ni su mirada ni su pensamiento al cielo, sino a la ciudad, a la tierra, al mundo terrenal y en concreto a Ana Ozores, la figura de la Regenta se va a convertir en el ansiado premio, solamente por la obstinación y la avaricia que lleva el Magistral en su ser, conseguirlo todo, es al fin y al cabo la declaración más clara de poder y superioridad, el cual  la busca y promueve utilizando sus armas de hombre de fe, guía espiritual o hermano mayor. Fermín de Pas pasará más tiempo urdiendo una trampa para hacer caer a la Regenta en sus redes espirituales o guiándose por sus pasiones más bajas en escenas ligadas al pecado que desempeñando las labores propias de un sacerdote.

Clarín, mediante sus personajes, y concretamente con la figura del cura ávido de poder y de dominación del entorno, el autor consigue dar a conocer la vida misma dejando la hipocresía a un lado y poniendo al descubierto partes de ciertos grupos sociales que permanecían en la oscuridad. Todo ello, está fomentado por doña Paula, madre de Fermín, donde se personifica la avaricia, tras la muerte de su marido, quedando en la pobreza sabía que la única forma de salir era acercándose a la Iglesia, y para ello su hijo no podía ser un sacerdote de oficios, sino alguien que debía perseguir los más altos cargos.

No obstante, tras lo que esta figura materna ha creado, podemos ver una persona que al fin y al cabo tiene mucho en común con la Regenta, es un hombre insatisfecho y reprimido, que busca desahogar sus pasiones más bajas tras la ocultación, y pretende paliar su insatisfacción con juegos y manipulaciones para sentir su superioridad. No es un hombre de fe, la fe y la búsqueda de Dios quedó atrás cuando comenzó a subir escalas en la Iglesia, tan solo ve un posible rayo de luz en Ana en toda esa oscura ciudad que es Vetusta.

Tras conocer a Fermín de Pas, cabe preguntarnos si caben más pecados en la presentación de un clérigo: lascivia, gula, avaricia, ira, envidia...Es palpable aquí el humanismo de Clarín, el cual se basa en el krausismo, donde se intentan aunar el catolicismo español y el liberalismo. Podemos decir que para Clarín, la única función que debería desempeñar la Iglesia es la de salvaguardar los valores morales pero en la España de la Restauración no hace sino alejarse de todo principio espiritual.



Fermín de Pas: ¿Magistral o Pecador?


Desde el primer momento se nos presenta la figura de un sacerdote que está continuamente entre las cuerdas del poder y de la fe, desde su primera aparición denota claramente cuales son los rasgos más significativos de su personalidad, los cuales a lo largo de la historia no harán más que agravarse.

Así pues, me parece muy significativa la imagen del Magistral en la torre de la catedral, donde nos presenta vista de pájaro la ciudad de  Vetusta, pero no solo nos la muestra sino que es conocedor palmo a palmo de ella, conocedor física y espiritualmente, ya que guarda tras su sotana las confesiones más oscuras de cada vetustense, no obstante vemos como siendo recipiente de confesiones se siente y se intenta afianzar como dueño de aquella ciudad y sus ciudadanos, es pues la viva imagen de la Iglesia que Clarín nos intenta retratar, una institución que se mueve por sus propios intereses de dominación y de poder, y no el promulgar la buena fe cristiana.

Por consiguiente, asomado en la torre podría parecer que es ansia o anhelo por estar más cercano al cielo o que tal lugar le favorecía un acercamiento a Dios, pero no, Fermín de Pas no dirige ni su mirada ni su pensamiento al cielo, sino a la ciudad, a la tierra, al mundo terrenal y en concreto a Ana Ozores, la figura de la Regenta se va a convertir en el ansiado premio, solamente por la obstinación y la avaricia que lleva el Magistral en su ser, conseguirlo todo, es al fin y al cabo la declaración más clara de poder y superioridad, el cual  la busca y promueve utilizando sus armas de hombre de fe, guía espiritual o hermano mayor. Fermín de Pas pasará más tiempo urdiendo una trampa para hacer caer a la Regenta en sus redes espirituales o guiándose por sus pasiones más bajas en escenas ligadas al pecado que desempeñando las labores propias de un sacerdote.

Clarín, mediante sus personajes, y concretamente con la figura del cura ávido de poder y de dominación del entorno, el autor consigue dar a conocer la vida misma dejando la hipocresía a un lado y poniendo al descubierto partes de ciertos grupos sociales que permanecían en la oscuridad. Todo ello, está fomentado por doña Paula, madre de Fermín, donde se personifica la avaricia, tras la muerte de su marido, quedando en la pobreza sabía que la única forma de salir era acercándose a la Iglesia, y para ello su hijo no podía ser un sacerdote de oficios, sino alguien que debía perseguir los más altos cargos.

No obstante, tras lo que esta figura materna ha creado, podemos ver una persona que al fin y al cabo tiene mucho en común con la Regenta, es un hombre insatisfecho y reprimido, que busca desahogar sus pasiones más bajas tras la ocultación, y pretende paliar su insatisfacción con juegos y manipulaciones para sentir su superioridad. No es un hombre de fe, la fe y la búsqueda de Dios quedó atrás cuando comenzó a subir escalas en la Iglesia, tan solo ve un posible rayo de luz en Ana en toda esa oscura ciudad que es Vetusta.

Tras conocer a Fermín de Pas, cabe preguntarnos si caben más pecados en la presentación de un clérigo: lascivia, gula, avaricia, ira, envidia...Es palpable aquí el humanismo de Clarín, el cual se basa en el krausismo, donde se intentan aunar el catolicismo español y el liberalismo. Podemos decir que para Clarín, la única función que debería desempeñar la Iglesia es la de salvaguardar los valores morales pero en la España de la Restauración no hace sino alejarse de todo principio espiritual.



jueves, 12 de junio de 2014

Ana y el sexo.

No, no vamos a hablar de una secuela de la archiconocida película de Julio Medem, pero este título nos va a llevar a tratar una arista más de la compleja Ana Ozores, protagonista indiscutible de La Regenta (1884).

Muchas veces se ha relacionado a nuestra Ana Ozores con otras ilustres adúlteras de la literatura decimonónica, figuras no menos interesantes y complejas: Emma Bovary, Ana Karenina, o la portuguesa Luisa, de El primo Basilio (1878), quizás menos conocida.


En ocasiones, se las ha querido relacionar con el arquetipo de la ‘femme fatale’, con mayor o menor acierto, y acaso es verdad que puedan ser una reinterpretación del mito de la mujer fatal, en estos casos olvidando por completo el carácter malvado y maquiavélico, y el pretendido uso de la sexualidad que tendrán estas.


Comparte con la ‘mujer fatal’ la belleza eclipsante y el despertar del deseo sexual en el género masculino vetustense, a la par que las envidias en la parte femenina. Sin embargo, no usará sus atributos femeninos para beneficiarse de nada, sino que, al contrario, rechazará su feminidad natural y optará por una impostura que le permita situarse por encima de la sociedad vetustense, como una mártir santa y espiritual.  

Más que mujeres fatales, son mujeres a las que su feminidad las lleva a la fatalidad; mujeres, en especial Ana Ozores, que se debaten entre lo moralmente correcto y sus instintos, que buscan corresponder un amor y que por desobedecer  el dogma serán duramente castigadas por la sociedad.

Ana (la llamaré así, puesto que tras más de 700 páginas nos podemos tomar ciertas confianzas) es una mujer profundamente insatisfecha en todos los ámbitos de la vida; lo tiene todo de cara a la galería, pero todo le falta física y espiritualmente. Sus carencias eróticas y espirituales la llevan a frecuentar la compañía de dos hombres que se erigirán como enemigos y competidores ante el amor de Ana: Don Fermín, el magistral, y Don Álvaro Mesía.


Si la comparamos con Emma de ‘Madame Bovary’ encontramos algunas diferencias que nos muestran la enorme complejidad del personaje de Ana Ozores, sobre todo en el aspecto sexual, tamizado siempre por lo moralmente correcto.

Encontramos que ambas comparten ser mujeres burguesas, acomodadas, que inician una relación adúltera por necesidades afectivas que acaba con un castigo por parte de la sociedad burguesa; en el caso de Emma la llevará al suicidio, en el de Ana a caer al fango de la vulgaridad vetustense.

Ahora bien, en el caso de Ana, el conflicto entre relaciones afectivas y su valoración moral se llevará a cabo en la propia conciencia de Ana, que a lo largo de toda la obra se debatirá entre la caída en el deseo (sus necesidades afectivas), y su inmolación como santa pía y virgen (sus necesidades espirituales). En medio quedará su papel más puramente social, como mujer del regente, que pasará a considerarse un mero ‘status quo’ en la lucha entre lo bueno y lo malo, lo sexual y lo pío; en definitiva, entre Fermín de Pas y Álvaro Mesía.

Podemos apreciar esta continua lucha interna en el siguiente fragmento:

“… la Regenta rebelde, la pecadora de pensamiento, gritaba desde el fondo de las entrañas, y sus gritos se oían por todo el cerebro. Aquella Ana prohibida era una especie de tenia que se comía todos los buenos propósitos de Ana la devota, la hermana humilde y cariñosa del Magistral”.

No obstante, el descubrimiento por parte de la Regenta de los oscuros deseos carnales que se esconden tras el acompañamiento espiritual de su “compañero espiritual” Fermín de Pas la precipitarán a los brazos de Álvaro Mesía, llevándola al adulterío, y paradójicamente, esta satisfacción de sus deseos sexuales, de su feminidad (que desde el principio de la obra se manifiesta por medio de las crisis) la lleva a ser como el resto, dejando de ser “la virgen de Vetusta”, metáfora más que visible en el capítulo XXVI de la obra.

El tratamiento de la figura de Ana y su sexualidad nos puede ofrecer un botón de los usos sexuales de la burguesía del siglo XIX. Así, nos encontramos con un mundo lleno de hipocresía, donde el sexo  es una mancha que se debe esconder de cara a la galería, pero que en muchos casos será uno de los motores sociales (siempre lo ha sido. Fermín y Álvaro se mueven socialmente para buscar encuentros con Ana, y este último medra por medio de la seducción de mujeres con poder).


Ana pronto aprende esta lección – gracias al episodio de la barca- y desde ese momento reprime sus instintos sexuales, que de uno u otra forma, habrían de explotar.

Ana y el sexo.

No, no vamos a hablar de una secuela de la archiconocida película de Julio Medem, pero este título nos va a llevar a tratar una arista más de la compleja Ana Ozores, protagonista indiscutible de La Regenta (1884).

Muchas veces se ha relacionado a nuestra Ana Ozores con otras ilustres adúlteras de la literatura decimonónica, figuras no menos interesantes y complejas: Emma Bovary, Ana Karenina, o la portuguesa Luisa, de El primo Basilio (1878), quizás menos conocida.


En ocasiones, se las ha querido relacionar con el arquetipo de la ‘femme fatale’, con mayor o menor acierto, y acaso es verdad que puedan ser una reinterpretación del mito de la mujer fatal, en estos casos olvidando por completo el carácter malvado y maquiavélico, y el pretendido uso de la sexualidad que tendrán estas.


Comparte con la ‘mujer fatal’ la belleza eclipsante y el despertar del deseo sexual en el género masculino vetustense, a la par que las envidias en la parte femenina. Sin embargo, no usará sus atributos femeninos para beneficiarse de nada, sino que, al contrario, rechazará su feminidad natural y optará por una impostura que le permita situarse por encima de la sociedad vetustense, como una mártir santa y espiritual.  

Más que mujeres fatales, son mujeres a las que su feminidad las lleva a la fatalidad; mujeres, en especial Ana Ozores, que se debaten entre lo moralmente correcto y sus instintos, que buscan corresponder un amor y que por desobedecer  el dogma serán duramente castigadas por la sociedad.

Ana (la llamaré así, puesto que tras más de 700 páginas nos podemos tomar ciertas confianzas) es una mujer profundamente insatisfecha en todos los ámbitos de la vida; lo tiene todo de cara a la galería, pero todo le falta física y espiritualmente. Sus carencias eróticas y espirituales la llevan a frecuentar la compañía de dos hombres que se erigirán como enemigos y competidores ante el amor de Ana: Don Fermín, el magistral, y Don Álvaro Mesía.


Si la comparamos con Emma de ‘Madame Bovary’ encontramos algunas diferencias que nos muestran la enorme complejidad del personaje de Ana Ozores, sobre todo en el aspecto sexual, tamizado siempre por lo moralmente correcto.

Encontramos que ambas comparten ser mujeres burguesas, acomodadas, que inician una relación adúltera por necesidades afectivas que acaba con un castigo por parte de la sociedad burguesa; en el caso de Emma la llevará al suicidio, en el de Ana a caer al fango de la vulgaridad vetustense.

Ahora bien, en el caso de Ana, el conflicto entre relaciones afectivas y su valoración moral se llevará a cabo en la propia conciencia de Ana, que a lo largo de toda la obra se debatirá entre la caída en el deseo (sus necesidades afectivas), y su inmolación como santa pía y virgen (sus necesidades espirituales). En medio quedará su papel más puramente social, como mujer del regente, que pasará a considerarse un mero ‘status quo’ en la lucha entre lo bueno y lo malo, lo sexual y lo pío; en definitiva, entre Fermín de Pas y Álvaro Mesía.

Podemos apreciar esta continua lucha interna en el siguiente fragmento:

“… la Regenta rebelde, la pecadora de pensamiento, gritaba desde el fondo de las entrañas, y sus gritos se oían por todo el cerebro. Aquella Ana prohibida era una especie de tenia que se comía todos los buenos propósitos de Ana la devota, la hermana humilde y cariñosa del Magistral”.

No obstante, el descubrimiento por parte de la Regenta de los oscuros deseos carnales que se esconden tras el acompañamiento espiritual de su “compañero espiritual” Fermín de Pas la precipitarán a los brazos de Álvaro Mesía, llevándola al adulterío, y paradójicamente, esta satisfacción de sus deseos sexuales, de su feminidad (que desde el principio de la obra se manifiesta por medio de las crisis) la lleva a ser como el resto, dejando de ser “la virgen de Vetusta”, metáfora más que visible en el capítulo XXVI de la obra.

El tratamiento de la figura de Ana y su sexualidad nos puede ofrecer un botón de los usos sexuales de la burguesía del siglo XIX. Así, nos encontramos con un mundo lleno de hipocresía, donde el sexo  es una mancha que se debe esconder de cara a la galería, pero que en muchos casos será uno de los motores sociales (siempre lo ha sido. Fermín y Álvaro se mueven socialmente para buscar encuentros con Ana, y este último medra por medio de la seducción de mujeres con poder).


Ana pronto aprende esta lección – gracias al episodio de la barca- y desde ese momento reprime sus instintos sexuales, que de uno u otra forma, habrían de explotar.

viernes, 6 de junio de 2014

Cuentos entre penumbras, Romanticismo

Al hablar de Romanticismo nos referimos a ese movimiento cultural y literario que defiende que la razón no es la explicación a todo, como ocurría en la Ilustración, si no que existe un mundo paralelo al que ésta no puede acceder y en el que es posible la aparición de lo fantástico y sobrenatural. Así podemos verlo en sus escritos, donde el autor es considerado un auténtico genio creador que ayuda a descifrar esa realidad que la razón no puede explicar.



En este período aparece una literatura muy atrayente para todas las clases sociales. Es aquella en la aparece lo sobrenatural, el espectro, la noche oscura y tenebrosa, cementerios, calaveras, misterios… Una literatura que dista mucho de lo anterior conocido y que creará una realidad llena de supersticiones y miedos olvidados por la sociedad española.

El cuento toma protagonismo en varias ediciones de periódicos y revistas, ocupándolas casi por completo, puesto que era lo que la sociedad deseaba leer. Es así, como en el tomo IV de la revista Cartas españolas, en 1832, aparece publicado bajo la firma de “El Solitario”, Los tesoros de la Alhambra.

“Ayer al asomar la noche, recogía el fresco por el puente último que lleva al Abellano, y donde viene también a dar la senda que conduce a las espaldas de la Alhambra. Solitario el sitio, y la hora a propósito, me dejaba ir en alas de mis devaneos, cuando una voz cercana a mí en extremo me sacó de mis ensueños, diciéndome: "¿Eres valiente? Quieres hacer fortuna? Volví los ojos y me encontré á dos pasos con un soldado de mas que alta estatura, con morrión de cresta, con gola y vestes azules, con el rostro no desagradable pero pálido y ceniciento, y con la voz si bien honda y tristísima nada desapacible. Llevaba terciada la espada del hombro, y en la mano apoyaba la pica oscura pero de hierro muy luciente.

Al darnos de bruces con semejante escritura, nuestra mente hace un recorrido por las obras ya conocidas, y nos sitúa frente a frente con El estudiante de Salamanca. No es complejo adivinar tal obra ente otras tantas, pues la situación del lugar, la noche, la aparición, el ambiente… nos hace situarnos en otro contexto muy parecido pero con distintos personajes: Nuestro querido caballero Don Félix de Montemar ante el espectro de la bella Elvira, que lo llama desde el inframundo para salvarle la eternidad.
Si comparamos dichas escenas descubrimos las similitud en los parajes; puertas de hierro, frío, noche, bruma, sonidos inquietantes… más si enfrentamos dichas historias, vemos como la tragedia hace mella en ambas, como la eternidad errante, pesada, se hace presente, es como un peso que ahoga al personaje e incluso al lector, una angustia que no deja respirar rodeado de esos árboles emitiendo sonidos sepulcrales con desconocido emisor.

En Los tesoros de la Alhambra, el espectro cuenta a Don Carlos, protagonista de la historia, que él tiene como misión guardar los tesoros de los moros por toda la eternidad, pero que cada tres años tiene la oportunidad de salir de su encadenamiento y buscar a alguien que lo sustituya. Don Carlos, asume por completo la historia, cegado por custodiar tales tesoros, pero éste no conseguirá ser el nuevo guardián y la ambición por esa riqueza lo llevará a la más pura enajenación, incluso a la muerte, siendo sus últimas palabras: “¡Los tesoros de la Alhambra!”.



De nuevo vemos en ambos personajes la osadía, el anhelo de poder, la creencia de ser inmortal y ser capaz de todo, ya que de esta misma manera se paseaba Don Félix de Montemar por las calles de Salamanca, haciendo estragos aquí y allá, creando un poder falso que solo lo conduciría a la muerte y al no descanso eterno.

Cuentos entre penumbras, Romanticismo

Al hablar de Romanticismo nos referimos a ese movimiento cultural y literario que defiende que la razón no es la explicación a todo, como ocurría en la Ilustración, si no que existe un mundo paralelo al que ésta no puede acceder y en el que es posible la aparición de lo fantástico y sobrenatural. Así podemos verlo en sus escritos, donde el autor es considerado un auténtico genio creador que ayuda a descifrar esa realidad que la razón no puede explicar.



En este período aparece una literatura muy atrayente para todas las clases sociales. Es aquella en la aparece lo sobrenatural, el espectro, la noche oscura y tenebrosa, cementerios, calaveras, misterios… Una literatura que dista mucho de lo anterior conocido y que creará una realidad llena de supersticiones y miedos olvidados por la sociedad española.

El cuento toma protagonismo en varias ediciones de periódicos y revistas, ocupándolas casi por completo, puesto que era lo que la sociedad deseaba leer. Es así, como en el tomo IV de la revista Cartas españolas, en 1832, aparece publicado bajo la firma de “El Solitario”, Los tesoros de la Alhambra.

“Ayer al asomar la noche, recogía el fresco por el puente último que lleva al Abellano, y donde viene también a dar la senda que conduce a las espaldas de la Alhambra. Solitario el sitio, y la hora a propósito, me dejaba ir en alas de mis devaneos, cuando una voz cercana a mí en extremo me sacó de mis ensueños, diciéndome: "¿Eres valiente? Quieres hacer fortuna? Volví los ojos y me encontré á dos pasos con un soldado de mas que alta estatura, con morrión de cresta, con gola y vestes azules, con el rostro no desagradable pero pálido y ceniciento, y con la voz si bien honda y tristísima nada desapacible. Llevaba terciada la espada del hombro, y en la mano apoyaba la pica oscura pero de hierro muy luciente.

Al darnos de bruces con semejante escritura, nuestra mente hace un recorrido por las obras ya conocidas, y nos sitúa frente a frente con El estudiante de Salamanca. No es complejo adivinar tal obra ente otras tantas, pues la situación del lugar, la noche, la aparición, el ambiente… nos hace situarnos en otro contexto muy parecido pero con distintos personajes: Nuestro querido caballero Don Félix de Montemar ante el espectro de la bella Elvira, que lo llama desde el inframundo para salvarle la eternidad.
Si comparamos dichas escenas descubrimos las similitud en los parajes; puertas de hierro, frío, noche, bruma, sonidos inquietantes… más si enfrentamos dichas historias, vemos como la tragedia hace mella en ambas, como la eternidad errante, pesada, se hace presente, es como un peso que ahoga al personaje e incluso al lector, una angustia que no deja respirar rodeado de esos árboles emitiendo sonidos sepulcrales con desconocido emisor.

En Los tesoros de la Alhambra, el espectro cuenta a Don Carlos, protagonista de la historia, que él tiene como misión guardar los tesoros de los moros por toda la eternidad, pero que cada tres años tiene la oportunidad de salir de su encadenamiento y buscar a alguien que lo sustituya. Don Carlos, asume por completo la historia, cegado por custodiar tales tesoros, pero éste no conseguirá ser el nuevo guardián y la ambición por esa riqueza lo llevará a la más pura enajenación, incluso a la muerte, siendo sus últimas palabras: “¡Los tesoros de la Alhambra!”.



De nuevo vemos en ambos personajes la osadía, el anhelo de poder, la creencia de ser inmortal y ser capaz de todo, ya que de esta misma manera se paseaba Don Félix de Montemar por las calles de Salamanca, haciendo estragos aquí y allá, creando un poder falso que solo lo conduciría a la muerte y al no descanso eterno.

lunes, 2 de junio de 2014

Un canto al trabajo. «En alabanza de un carpintero llamado Alfonso»; de Nicolas Álvarez de Cienfuegos.

Es sabido por todos la concepción que del trabajo ha tenido la aristocracia europea, y en especial la española, desde que esta se constituyera como tal. El desprecio al trabajo manual como una actividad indecorosa e inútil fue una idea desarrollada por la civilización occidental –y también la semítica, pues así se refleja en la Biblia- durante siglos. Así, el sistema social se basaba en una clase social alta que dedicaba sus esfuerzos a un ocio recreativo o a actividades intelectuales, sustentada por un cuerpo de esclavos o súbditos que realizaban un trabajo manual, visto como una actividad deleznable.

Jean François Millet
El triunfo de la burguesía, grupo social que ha conseguido su posición por medio del trabajo, va a suponer que la visión del trabajo vaya a ir cambiando, considerándose como un elemento positivo, que hará al hombre más completo, y que según la filosofía alemana del siglo XIX, será la principal razón de ser del hombre.
El proceso ideológico que hará posible que la concepción del trabajo cambie de una manera tan drástica de un siglo a otro, puesto que este cambio se perpetuará principalmente entre los siglos XVII y XVIII, se verá ayudado de una serie de recursos no solo sociales, sino también literarios. Uno de ellos consistirá en la idealización literaria del trabajo como actividad moral.

En la poesía del siglo XVIII español vamos a encontrar cómo los moralistas españoles criticarán al aristócrata inútil, que dedica su vida a placeres hedonistas y no sirve de ejemplo de trabajo (aunque este sea intelectual). Observamos esta crítica en los versos de Jovellanos, procedentes de la sátira a Arnesto:

Ni el sudor frío, ni el hedor, ni el rancio
eructo le perturban. A su hora
despierta el necio; silencioso deja
la profanada holanda, y guarda atento
a su asesina el sueño mal seguro.

Del mismo modo, junto a esta crítica al noble inútil, se desarrollará una alabanza al campesino y al trabajador que dedica sus esfuerzos a crear una mejor sociedad, a cumplir su papel en ella con moralidad y rectitud. Este es el caso del carpintero Alfonso, protagonista del poema.  «En alabanza de un carpintero llamado Alfonso»; de Nicolas Álvarez de Cienfuegos.

Este poema forma parte de lo que consideramos neoclasicismo heterodoxo, puesto que aunque mantiene una temática dogmática y moralista, con un claro interés por la divulgación de las ideas ilustradas, se divulgará una idea aún mal vista por la ortodoxia aristocrática, como era el alabar el trabajo puramente manual, y podemos decir, “proletario”.

San José, carpintero. Georges La Tour
Del mismo modo, hay mayor laxitud en los esquemas métricos, que van a tender al prosaísmo, en este caso se recurre a una mezcla de endecasílabos y heptasílabos, además de la introducción de un léxico algo más coloquial del que se manifestaba en la lírica ortodoxa neoclásica.

En el poema, realiza un canto al obrero, en ocasiones casi revolucionario, en el que se alaba su esfuerzo sin llegar al punto de animarlo a sublevarse, como se hará en el siglo siguiente. No obstante, ciertos fragmentos parecen casi subversivos:

Fue usurpación, que la verdad nublando, A
distinciones halló do sus horrores B
se ilustrasen. Por ella la nobleza, C
del ocioso poder la frente alzando, A
dijo al pobre: soy más; a los sudores   B 

el cielo te crió; tú en la pobreza, C
yo en rico poderío, D
tu destino es servir, mandar el mío. D

Así, Cienfuegos reivindicará el papel del carpintero, que pese a que trabaja y es más moral que los nobles, no recibe más que desgracias como premio por su trabajo. Cabría añadir que la elección de la profesión del carpintero no me parece casual para iniciar la idealización del trabajo manual, sino que más bien es buscada, ya que esta figura tiene antecedentes idealizados en una de las obras literarias más conocidas en el mundo occidental: la Biblia.

En el siguiente fragmento, y a modo de colofón, reproducimos un fragmento de la obra en la que se aprecia la alabanza de Cienfuegos al carpintero:

ved entre los anhelos trabajosos,
el hambre y el oprobio sempiterno,
un Carpintero vil; inestimable
tesoro en él se encierra:
es la imagen de Dios, Dios en la tierra.     160
Es el hombre de bien; oscurecido
en miseria fatal, nubes espesas
su virtud anublaron, despremiada
su difícil virtud. Si enardecido
de la fama al clarín arduas empresas     165
obra el héroe, su alma es sustentada
con gloriosa esperanza;
mas la oscura virtud ¿qué premio alcanza?



Un canto al trabajo. «En alabanza de un carpintero llamado Alfonso»; de Nicolas Álvarez de Cienfuegos.

Es sabido por todos la concepción que del trabajo ha tenido la aristocracia europea, y en especial la española, desde que esta se constituyera como tal. El desprecio al trabajo manual como una actividad indecorosa e inútil fue una idea desarrollada por la civilización occidental –y también la semítica, pues así se refleja en la Biblia- durante siglos. Así, el sistema social se basaba en una clase social alta que dedicaba sus esfuerzos a un ocio recreativo o a actividades intelectuales, sustentada por un cuerpo de esclavos o súbditos que realizaban un trabajo manual, visto como una actividad deleznable.

Jean François Millet
El triunfo de la burguesía, grupo social que ha conseguido su posición por medio del trabajo, va a suponer que la visión del trabajo vaya a ir cambiando, considerándose como un elemento positivo, que hará al hombre más completo, y que según la filosofía alemana del siglo XIX, será la principal razón de ser del hombre.
El proceso ideológico que hará posible que la concepción del trabajo cambie de una manera tan drástica de un siglo a otro, puesto que este cambio se perpetuará principalmente entre los siglos XVII y XVIII, se verá ayudado de una serie de recursos no solo sociales, sino también literarios. Uno de ellos consistirá en la idealización literaria del trabajo como actividad moral.

En la poesía del siglo XVIII español vamos a encontrar cómo los moralistas españoles criticarán al aristócrata inútil, que dedica su vida a placeres hedonistas y no sirve de ejemplo de trabajo (aunque este sea intelectual). Observamos esta crítica en los versos de Jovellanos, procedentes de la sátira a Arnesto:

Ni el sudor frío, ni el hedor, ni el rancio
eructo le perturban. A su hora
despierta el necio; silencioso deja
la profanada holanda, y guarda atento
a su asesina el sueño mal seguro.

Del mismo modo, junto a esta crítica al noble inútil, se desarrollará una alabanza al campesino y al trabajador que dedica sus esfuerzos a crear una mejor sociedad, a cumplir su papel en ella con moralidad y rectitud. Este es el caso del carpintero Alfonso, protagonista del poema.  «En alabanza de un carpintero llamado Alfonso»; de Nicolas Álvarez de Cienfuegos.

Este poema forma parte de lo que consideramos neoclasicismo heterodoxo, puesto que aunque mantiene una temática dogmática y moralista, con un claro interés por la divulgación de las ideas ilustradas, se divulgará una idea aún mal vista por la ortodoxia aristocrática, como era el alabar el trabajo puramente manual, y podemos decir, “proletario”.

San José, carpintero. Georges La Tour
Del mismo modo, hay mayor laxitud en los esquemas métricos, que van a tender al prosaísmo, en este caso se recurre a una mezcla de endecasílabos y heptasílabos, además de la introducción de un léxico algo más coloquial del que se manifestaba en la lírica ortodoxa neoclásica.

En el poema, realiza un canto al obrero, en ocasiones casi revolucionario, en el que se alaba su esfuerzo sin llegar al punto de animarlo a sublevarse, como se hará en el siglo siguiente. No obstante, ciertos fragmentos parecen casi subversivos:

Fue usurpación, que la verdad nublando, A
distinciones halló do sus horrores B
se ilustrasen. Por ella la nobleza, C
del ocioso poder la frente alzando, A
dijo al pobre: soy más; a los sudores   B 

el cielo te crió; tú en la pobreza, C
yo en rico poderío, D
tu destino es servir, mandar el mío. D

Así, Cienfuegos reivindicará el papel del carpintero, que pese a que trabaja y es más moral que los nobles, no recibe más que desgracias como premio por su trabajo. Cabría añadir que la elección de la profesión del carpintero no me parece casual para iniciar la idealización del trabajo manual, sino que más bien es buscada, ya que esta figura tiene antecedentes idealizados en una de las obras literarias más conocidas en el mundo occidental: la Biblia.

En el siguiente fragmento, y a modo de colofón, reproducimos un fragmento de la obra en la que se aprecia la alabanza de Cienfuegos al carpintero:

ved entre los anhelos trabajosos,
el hambre y el oprobio sempiterno,
un Carpintero vil; inestimable
tesoro en él se encierra:
es la imagen de Dios, Dios en la tierra.     160
Es el hombre de bien; oscurecido
en miseria fatal, nubes espesas
su virtud anublaron, despremiada
su difícil virtud. Si enardecido
de la fama al clarín arduas empresas     165
obra el héroe, su alma es sustentada
con gloriosa esperanza;
mas la oscura virtud ¿qué premio alcanza?