jueves, 29 de mayo de 2014

Cómo somos, cómo nos vemos y cómo nos ven. Cadalso y sus cartas marruecas.

La objetividad no existe, es un hecho. Sin embargo, una suma de subjetividades siempre nos dará una panorámica más amplia sobre lo que vivimos, sentimos o pensamos. A la hora de analizar nuestras costumbres nacionales, ser objetivo y nacional parece difícil, puesto que quien mantenga una postura u otra será acribillado por sus cohabitantes que se encuentren en desacuerdo con ellas. La opinión del extranjero, del que ve las costumbres desde cierta perspectiva y sin estar implicado en ellas, vale en este caso mucho más, y en ocasiones su opinión será de mayor calado.


Esta afirmación es válida tanto para nuestro momento actual como para cualquier otro, y parece que la apreciación de que la crítica foránea – especialmente en nuestra España tan dada a los enfrentamientos de dos opiniones que se desacreditan entre sí sin buscar consenso- es, por lo general, más escuchada por no encontrarse en ninguno de los bandos ideológicos españoles ya era conocida por el gaditano José de Cadalso (1741-1782).

Por ello, decidió articular su crítica de costumbres españolas por medio de un juego ficcional consistente en el intercambio de cartas entre un español, Nuño Nuñez, y dos marroquíes, que responden al tópico “puer-senex”,  Gazel y Ben Beley. Gazel recorre España y va compartiendo sus impresiones con los dos destinatarios de las cartas, que le darán su opinión ante las costumbres hispanas, para ellos desconocidas.

Tras este entramado ficcional se esconde, por supuesto, una crítica de costumbres en ocasiones muy duras, y en otras totalmente aplicables a nuestra sociedad actual. En una semana como esta, en que la resaca electoral de las elecciones europeas aún no nos abandona, he querido seleccionar como uno de los textos de más rabiosa actualidad que componen las Cartas marruecas la carta LI, que reflexiona sobre la política. Así comienza la carta:

“Política viene de la voz griega que significa ciudad, de donde se infiere que su verdadero sentido es la ciencia de gobernar los pueblos, y que los políticos son aquellos que están en semejantes encargos o, por lo menos, en carrera de llegar a estar en ellos. En este supuesto, aquí acabaría este artículo, pues venero su carácter; pero han usurpado este nombre estos sujetos que se hallan muy lejos de verse en tal situación ni merecer tal respeto.”

Sigue Cadalso, a través de sus personajes, calificando a estos políticos que creíamos solo sufrir nosotros, pero que parecen tradición arraigada en España:  

“Políticos de esta segunda especie son unos hombres que de noche no sueñan y de día no piensan sino en hacer fortuna por cuantos medios se ofrezcan. Ni quieren, ni entienden, ni se acuerdan de cosa que no vaya dirigida a este fin. […]Desprecian al hombre sencillo, aborrecen al discreto, parecen oráculos al público, pero son tan ineptos que un criado inferior sabe todas sus flaquezas, ridiculeces, vicios y tal vez delitos.

 Sorprende, y mucho, leer estas opiniones referidas a un mundo que si pareciera diferente al nuestro, resulta ser igual es sus flaquezas. Ya Cadalso supo ver este mal endémico que acusa el político español, si no mundial, ávido de dinero y de poder.

Ante una obra ensayística como esta, de la que solo destacamos un ejemplo de todas las muchas valoraciones que sobre su época realizó el autor y que en su mayoría se pueden aplicar a lo universal, solo podemos recomendar su lectura para aprender un poco más de nosotros mismos por medio de la mirada nueva de Gazel, que parece no envejecer, o quizás son nuestros problemas los que nunca mueran.


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