martes, 27 de mayo de 2014

Feijoo, luz entre la superstición.

Si por algo se puede caracterizar toda la obra literaria de Feijoo, este “novator” y ensayista que previó y adelantó el trabajo de los ilustrados del siglo XVIII, es por la continua preocupación por cribar el conocimiento heredado, eliminando supersticiones y terrores infundados.

En la Carta XX del IV tomo de las Cartas eruditas y curiosas de Benito Jerónimo Feijoo, publicadas entre 1742 y 1760, Feijoo aportará luz sobre una de las supersticiones más extendidas de su época: la existencia de seres de ultratumba como los brucolacos, los vampiros y los redivivos. Además, y como hecho que nos ayuda a entender el propósito de la obra de Feijoo, toda ella se encuentra en castellano, puesto que su principal objetivo es divulgar el conocimiento entre el pueblo, que necesita ser educado bajo unos nuevos presupuestos.

Siguiendo un análisis claro y minucioso, casi científico, pasa a tratar los dos temas que le ocupan, el de las apariciones de ángeles y demonios, y el de la existencia de “redivivos”. Así, se basa en el libro del monje benedictino Agustín Claret que según se nos señala ha sido entregado por el destinatario a Feijoo para tomar diversos ejemplos y sacar sus propias conclusiones. En la exposición de sus ideas sigue un orden muy claro, organizando las ideas por puntos, y siguiendo un método deductivo, esto es, partiendo de reglas generales para ahondar en las particulares y finalmente establecer conclusiones.

Cabe destacar que su tesis principal es que si bien se suceden hechos sobrenaturales como los que se tratan, son estos una minoría comparada con los creados por la inventiva humana. Siguiendo esta tesis, va a proceder a presentar una serie de ejemplos de apariciones muy diversas a las que de una manera u otra va a desestimar, utilizando para ello el raciocinio, si bien cabe destacar que este raciocinio en ningún momento cuestiona los dogmas cristianos, sino que estos aparecen como una verdad incuestionable, por encima de todo, y que en ocasiones se van a utilizar como  razones para desestimar ciertos cuentos y creencias populares.

Entre los casos de los que nos habla, encontramos el referido a los redivivos, seres “ya verdaderos, ya fingidos, esto es, o resucitados milagrosamente”. Entendemos que estos seres poblaban las mentes supersticiosas del pueblo español y europeo, que se repiten en diferentes culturas por todo el orbe. Podemos observar la creencia en la aparición de seres de ultratumba como los redivivos en obras románticas como “El aparecido”, cuento romántico aquí reseñado, o “La dama pálida” de Alexandre Dumas.



No obstante, Feijoo dejará claro que es para él una superstición infundada, y para refutarla se servirá de argumentos, unos más adecuados y otros que ante nuestros ojos resultan totalmente fuera de lugar.

En este caso, va a realizar una crítica de diferentes aspectos de estas historias que le van a restar credibilidad y verosimilitud, como es la ambigüedad con  la que se explican los escritos en los que de vampiros se habla, la aparición de unos resucitados “in ordine ad malum”, lo cual también va en contra de los dogmas cristianos, y la certeza de que estas resurrecciones que se narran son imperfectas, pues es inverosímil la forma en que salen de la tumba, alternando dos estados, el de los vivos y el de los muertos. 

A mi parecer, cabe destacar desde la perspectiva actual un doble rasero, pues se critica duramente la creencia en estos seres resucitados propios de los países del este, pero en todo momento se señala que las resurrecciones de las sagradas escrituras son reales e incuestionables. Por otro lado, desde una perspectiva diacrónica es esta una diferenciación totalmente comprensible si tenemos en cuenta que es el siglo XVIII en España un siglo en el que lo religioso es ley, y es el escritor un hombre educado en esta doctrina y que se mueve de acuerdo a ella.

Entre los argumentos más inadecuados que Feijoo va a utilizar se encuentra uno que destaca por su etnocentrismo y xenofobia, que a su vez son rasgos lógicos para un hombre de su época. Feijoo achaca como una de las razones por las que no se debe creer en brucolacos y otros vampiros es porque la mayoría de las apariciones habían sido en países del este de Europa como Hungría y Rumanía, Para él estos pueblos son inferiores mentalmente, y por ello creen en cuentos de vieja.

Feijoo no da creencia alguna al vampirismo, el cual considera fruto de la inventiva de algunos y de la fácil propagación del miedo entre la población. Para apoyar su presupuesto cuenta la historia de Tournefort, occidental que vive de cerca la fiebre de los vampiros y que no le da credibilidad alguna. Los brucolacos son según el autor seres también creados por la inventiva, pero en este caso de los griegos, con características iguales a las de los vampiros. Así, se señala también que es motivo de denuesto cómo el pueblo griego tras la invasión otomana ha perdido su razón, dejando atrás todo su pasado filosófico.  


Definitivamente, la fantasía y la superstición serán uno de los temas que más preocupe a Benito Jerónimo Feijoo, y por tanto se verán reflejados en su obra, aunque en este caso sea con el objetivo de eliminarlos del pensamiento ilustrado, para acabar con esas sombras de la mente humana alumbrándolas con la luz de la razón.    

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