Es
sabido por todos la concepción que del trabajo ha tenido la aristocracia
europea, y en especial la española, desde que esta se constituyera como tal. El
desprecio al trabajo manual como una actividad indecorosa e inútil fue una idea
desarrollada por la civilización occidental –y también la semítica, pues así se
refleja en la Biblia- durante siglos. Así, el sistema social se basaba en una
clase social alta que dedicaba sus esfuerzos a un ocio recreativo o a
actividades intelectuales, sustentada por un cuerpo de esclavos o súbditos que
realizaban un trabajo manual, visto como una actividad deleznable.
Jean François Millet |
El
triunfo de la burguesía, grupo social que ha conseguido su posición por medio
del trabajo, va a suponer que la visión del trabajo vaya a ir cambiando,
considerándose como un elemento positivo, que hará al hombre más completo, y
que según la filosofía alemana del siglo XIX, será la principal razón de ser
del hombre.
El
proceso ideológico que hará posible que la concepción del trabajo cambie de una
manera tan drástica de un siglo a otro, puesto que este cambio se perpetuará
principalmente entre los siglos XVII y XVIII, se verá ayudado de una serie de
recursos no solo sociales, sino también literarios. Uno de ellos consistirá en
la idealización literaria del trabajo como actividad moral.
En
la poesía del siglo XVIII español vamos a encontrar cómo los moralistas
españoles criticarán al aristócrata inútil, que dedica su vida a placeres
hedonistas y no sirve de ejemplo de trabajo (aunque este sea intelectual).
Observamos esta crítica en los versos de Jovellanos, procedentes de la sátira a
Arnesto:
Ni el sudor
frío, ni el hedor, ni el rancio
eructo le perturban. A su hora
despierta el necio; silencioso deja
la profanada holanda, y guarda atento
a su asesina el sueño mal seguro.
eructo le perturban. A su hora
despierta el necio; silencioso deja
la profanada holanda, y guarda atento
a su asesina el sueño mal seguro.
Del
mismo modo, junto a esta crítica al noble inútil, se desarrollará una alabanza
al campesino y al trabajador que dedica sus esfuerzos a crear una mejor
sociedad, a cumplir su papel en ella con moralidad y rectitud. Este es el caso
del carpintero Alfonso, protagonista del poema. «En alabanza de un carpintero llamado Alfonso»; de Nicolas
Álvarez de Cienfuegos.
Este
poema forma parte de lo que consideramos neoclasicismo heterodoxo, puesto que
aunque mantiene una temática dogmática y moralista, con un claro interés por la
divulgación de las ideas ilustradas, se divulgará una idea aún mal vista por la
ortodoxia aristocrática, como era el alabar el trabajo puramente manual, y
podemos decir, “proletario”.
San José, carpintero. Georges La Tour |
Del
mismo modo, hay mayor laxitud en los esquemas métricos, que van a tender al
prosaísmo, en este caso se recurre a una mezcla de endecasílabos y
heptasílabos, además de la introducción de un léxico algo más coloquial del que
se manifestaba en la lírica ortodoxa neoclásica.
En
el poema, realiza un canto al obrero, en ocasiones casi revolucionario, en el
que se alaba su esfuerzo sin llegar al punto de animarlo a sublevarse, como se
hará en el siglo siguiente. No obstante, ciertos fragmentos parecen casi subversivos:
Fue
usurpación, que la verdad nublando, A
distinciones
halló do sus horrores B
se
ilustrasen. Por ella la nobleza, C
del
ocioso poder la frente alzando, A
dijo
al pobre: soy más; a los sudores B
el
cielo te crió; tú en la pobreza, C
yo
en rico poderío, D
tu
destino es servir, mandar el mío. D
Así,
Cienfuegos reivindicará el papel del carpintero, que pese a que trabaja y es
más moral que los nobles, no recibe más que desgracias como premio por su
trabajo. Cabría añadir que la elección de la profesión del carpintero no me parece
casual para iniciar la idealización del trabajo manual, sino que más bien es
buscada, ya que esta figura tiene antecedentes idealizados en una de las obras
literarias más conocidas en el mundo occidental: la Biblia.
En
el siguiente fragmento, y a modo de colofón, reproducimos un fragmento de la
obra en la que se aprecia la alabanza de Cienfuegos al carpintero:
ved entre los anhelos trabajosos,
el hambre y el oprobio sempiterno,
un Carpintero vil; inestimable
tesoro en él se encierra:
es la imagen de Dios, Dios en la tierra.
160
Es el hombre de bien; oscurecido
en miseria fatal, nubes espesas
su virtud anublaron, despremiada
su difícil virtud. Si enardecido
de la fama al clarín arduas empresas
165
obra el héroe, su alma es sustentada
con gloriosa esperanza;
mas la oscura virtud ¿qué premio alcanza?
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