El amor ha hecho de Don Juan Tenorio un ser invencible al paso del tiempo,
y es que, ¿quién no ha oído hablar alguna vez sobre este personaje o ha
mantenido contacto directo con él a través de su libro o película? La base de
esta obra es el amor, y puesto que el amor todo lo puede, es por ello que vemos
cómo sus personajes se hacen perpetuos a lo largo de los años.
Don Juan, ese muchacho calavera y despiadado, aún puede verse en una ciudad
cualquiera en una calle cualquiera, burlándose del dulce y puro amor de una
bella Doña Inés, que le profesa amor eterno mientras él observa el vuelo de la
falda de otras que pasan por su lado. Pero cuando el amor es verdadero, se hace
poderoso ante mil vicisitudes, y toda la maldad se ve destronada por este
poder, y es por lo que, finalmente la bella Doña Inés consigue que Don Juan
vuelva sus pasos al buen camino, devolviéndole la fe que incluso él creía no
tener. Ese amor, ese sentimiento puro, siembra su semilla en lo más profundo de
un Don Juan que, arrepentido, se da cuenta de lo que no quería ver: Que está
enamorado de Doña Inés.
Y es ahí donde descubrimos el gran poder del AMOR con mayúsculas, pues
vemos a una dulce joven que, a pesar de todo el daño que le ha hecho este ser,
y todo lo que ha sufrido, intercede por su amado al Señor, para salvarle el
alma, para llevarlo con ella a donde va lo puro y lo inmaculado. De nuevo entra
el tiempo en escena, y ella le dirige esas palabras tan importantes que todos,
alguna vez, hemos dirigido a alguien a quien amábamos: “Te espero”. Es aquí
donde se completa la dicha de este sentimiento: La espera. La espera envuelta
en un espacio atemporal, en el que no importa nada más que la salvación del ser
amado, en el que no importa más que la unión de las dos almas que se buscan, y
que, aunque sea en la eternidad, lograrán estar juntas.
Es por este milagro que Don Juan Tenorio de José Zorrilla sigue vivo en
nuestros días y lo seguirá en días venideros, por el amor. La sociedad, el
público, cree aún en la pureza de esta dicha, y lo busca y aprende de esa
tierna Doña Inés que lo da todo por ello, incluso su alma. Los lectores se
reflejan en esas palabras, y se ven a sí mismos empuñando espadas o siendo
espectros que lanzan mensajes, y recuerdan cómo alguna vez, ellos han sido
muchachos burladores o dulces jóvenes enamoradas viendo pasar el tiempo.
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