jueves, 11 de septiembre de 2014

El estudiante de Salamanca y lo fantástico en la presentación de Montemar

El estudiante de Salamanca se enmarca dentro del romanticismo de principios del siglo XIX. En relación al tema que nos ocupa, lo fantástico, esta obra parece hacer uso de la estética gótica, estética íntimamente ligada a lo fantástico.

El primer acto nos sitúa en una mezcla entre entornos góticos y fantásticos, desde varios puntos:


  • El tiempo:
"Era más de media noche
antiguas historias cuentan,"
"Todo en fin a media noche

reposaba," 
El tiempo más característico de esta literatura es la media noche. Durante el día la realidad parece ser lo imperante mientras que a partir de la media noche esta realidad cruza a un lugar donde lo irreal, imaginario, fantástico y esotérico entran en contacto.


  • El lugar
"En que tal vez la campana
de alguna arruinada iglesia"
"El cielo estaba sombrío,
no vislumbraba una estrella,"
"y allá en el aire, cual negras

fantasmas, se dibujaban

las torres de las iglesias,
y del gótico castillo
las altísimas almenas," 
"Una calle estrecha y alta,

la calle del Ataúd
A lo largo de esta primera parte el entorno físico, esto es, el lugar, se configura acorde a una de las características imperantes del momento: la atención al mundo moderno o al medieval. Podemos observar cómo Espronceda emplea términos que aluden a una época medieval como castillo o almena. A su vez, el tiempo atmosférico también está creado en consonancia al efecto deseado: "cielo sombrío", "la luna tras lóbrega nube". Además de esto, el fuerte carácter religioso propio del romanticismo tradicional otorga ciertos tintes a esta obra romántica liberal, como son la presencia de símbolos y lugares religiosos tales como la iglesia, una imagen de Jesús o la cruz. 


La obra de Espronceda comienza situándonos desde un primer momento en un tiempo y lugar propios de lo fantástico, de forma que el lector se vea sumergido en esta espiral de irrealidades donde lo fantasmagórico se antoja verdadero. Los primeros versos de esta primera parte nos presentan un entorno urbano catalogable como "casi encantado". Para conseguir este efecto fantástico, Espronceda se ayuda de sustantivos y adjetivos como: "lóbrego", "muertos", "tumba", "fantasmas", "maldición", "brujas", "sombra", "ilusión", etc.

Para acrecentar este efecto y comenzar a diluir lo real en lo fantástico el autor hace uso de formas que expresan duda o ambigüedad tales como "acaso", "tal vez", "dudosa".


Son destacables también los verbos en pasado, que  suscitan una lectura legendaria. En contraposición, tenemos los verbos en presente que permiten al narrador ofrecer una lectura fantástica ambigua.


En cuanto a la métrica de estos primeros versos es fácilmente observable que no se sigue ningún patrón en concreto. Hay lugares en los que acortan los versos, por ejemplo cuando la vista del narrador se centra en presentarnos al asesino y el tema fantástico e irreal aumenta. Esta métrica parece apoyar a ese Romanticismo de métrica libre defendido por Böhl de Faber.


Cuando el verso vuelve a alargarse de nuevo, el autor vuelve al marco urbano donde parece ("dudosa visión") que un fantasma entra en escena. Con la introducción del miedo el narrador introduce también al personaje de Montemar como un hombre sin miedo. Montemar es un hombre sin miedo ya que vive en el siglo del Positivismo y por lo tanto no puede haber miedo a lo fantástico. 


En definitiva, la presentación de Montemar sitúa al lector en un entorno donde lo real y lo fantástico parecen mezclarse sin clara distinción, gracias al uso de convenciones góticas en cuanto a la situación física y al empleo de adjetivos y sustantivos de corte lúgubre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario