jueves, 11 de septiembre de 2014

Don Juan Tenorio ante la eternidad.

El amor ha hecho de Don Juan Tenorio un ser invencible al paso del tiempo, y es que, ¿quién no ha oído hablar alguna vez sobre este personaje o ha mantenido contacto directo con él a través de su libro o película? La base de esta obra es el amor, y puesto que el amor todo lo puede, es por ello que vemos cómo sus personajes se hacen perpetuos a lo largo de los años.

Don Juan, ese muchacho calavera y despiadado, aún puede verse en una ciudad cualquiera en una calle cualquiera, burlándose del dulce y puro amor de una bella Doña Inés, que le profesa amor eterno mientras él observa el vuelo de la falda de otras que pasan por su lado. Pero cuando el amor es verdadero, se hace poderoso ante mil vicisitudes, y toda la maldad se ve destronada por este poder, y es por lo que, finalmente la bella Doña Inés consigue que Don Juan vuelva sus pasos al buen camino, devolviéndole la fe que incluso él creía no tener. Ese amor, ese sentimiento puro, siembra su semilla en lo más profundo de un Don Juan que, arrepentido, se da cuenta de lo que no quería ver: Que está enamorado de Doña Inés.

Y es ahí donde descubrimos el gran poder del AMOR con mayúsculas, pues vemos a una dulce joven que, a pesar de todo el daño que le ha hecho este ser, y todo lo que ha sufrido, intercede por su amado al Señor, para salvarle el alma, para llevarlo con ella a donde va lo puro y lo inmaculado. De nuevo entra el tiempo en escena, y ella le dirige esas palabras tan importantes que todos, alguna vez, hemos dirigido a alguien a quien amábamos: “Te espero”. Es aquí donde se completa la dicha de este sentimiento: La espera. La espera envuelta en un espacio atemporal, en el que no importa nada más que la salvación del ser amado, en el que no importa más que la unión de las dos almas que se buscan, y que, aunque sea en la eternidad, lograrán estar juntas.


Es por este milagro que Don Juan Tenorio de José Zorrilla sigue vivo en nuestros días y lo seguirá en días venideros, por el amor. La sociedad, el público, cree aún en la pureza de esta dicha, y lo busca y aprende de esa tierna Doña Inés que lo da todo por ello, incluso su alma. Los lectores se reflejan en esas palabras, y se ven a sí mismos empuñando espadas o siendo espectros que lanzan mensajes, y recuerdan cómo alguna vez, ellos han sido muchachos burladores o dulces jóvenes enamoradas viendo pasar el tiempo.


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