jueves, 11 de septiembre de 2014

La Regenta, a caballo entre lo real y lo natural.

En esta entrada me dispongo a comentar un capítulo, concretamente el XXVI, de la famosísima obra conocida por cualquier persona vinculada o no a la literatura, como es La Regenta.

Primera novela de Leopoldo Alas Clarín, publicada en dos tomos en los años 1884 y 1885, de la cual su mismo autor dice “fue escrita como artículos sueltos” que “según iba escribiendo, iba mandando al editor”.

En el ya citado capítulo a comentar, así como en toda su obra, descubrimos que esta magistral obra de Clarín puede ser o bien, un cuadro realista con pinceladas naturalistas, o de lo contrario, naturalista en su origen con toques de realismo tardíos. Sin embargo, pese a esta duda que asalta a muchos de sus lectores, podemos confirmar que La Regenta es una obra realista con toques naturales.

No hay que profundizar mucho en sus oraciones para descubrir que nos ofrece la realidad como si la viésemos a través del cristal de una ventana, limpia, exacta, y que, a través de su narrador omnisciente, heterodiegético y en 3ª persona, nos hace vivir la historia como si un personaje más de la misma fuéramos.

Descubrimos también que es una literatura dirigida a la clase burgués de finales del siglo XIX y que a través de los pensamientos de su protagonista, Ana Ozores, en la que se centra este capítulo, se pueden vislumbrar las preocupaciones y conjeturas de la sociedad de la época, lo que llena a la obra de un realismo aún más supremo.

Clarín nos lleva a un espacio temporal como es la Semana Santa de Vetusta, en la que el principal revuelo lo provoca nuestra protagonista por querer ejercer penitencia descalza en la procesión del Jueves Santo. Escandaliza a ciertos personajes y nos hace comprobar como el pueblo de Vetusta es falsamente cristiano e incluso alguno de ellos envidioso del papel que tomará Ana en dicho acto.

Ella misma, la que ha pasado a ser “una más” de la sociedad por caer en el adulterio, por sucumbir a sus deseos carnales y que Clarín nos muestra con gran maestría a la hora de analizarnos a una sociedad de baja moral, que se aboca al fracaso, en ambientes degradados de los que nada bueno se espera. Personas falsamente “vestidas” de una clase social a la que realmente no deberían pertenecer por el mero hecho de su actitud ante la vida y los demás.


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