En esta entrada me dispongo a comentar un
capítulo, concretamente el XXVI, de la famosísima obra conocida por cualquier
persona vinculada o no a la literatura, como es La Regenta.
Primera novela de Leopoldo Alas Clarín,
publicada en dos tomos en los años 1884 y 1885, de la cual su mismo autor dice “fue
escrita como artículos sueltos” que “según iba escribiendo, iba mandando al
editor”.
En el ya citado capítulo a comentar, así como
en toda su obra, descubrimos que esta magistral obra de Clarín puede ser o
bien, un cuadro realista con pinceladas naturalistas, o de lo contrario,
naturalista en su origen con toques de realismo tardíos. Sin embargo, pese a
esta duda que asalta a muchos de sus lectores, podemos confirmar que La Regenta
es una obra realista con toques naturales.
No hay que profundizar mucho en sus oraciones
para descubrir que nos ofrece la realidad como si la viésemos a través del
cristal de una ventana, limpia, exacta, y que, a través de su narrador
omnisciente, heterodiegético y en 3ª persona, nos hace vivir la historia como
si un personaje más de la misma fuéramos.
Descubrimos también que es una literatura
dirigida a la clase burgués de finales del siglo XIX y que a través de los
pensamientos de su protagonista, Ana Ozores, en la que se centra este capítulo,
se pueden vislumbrar las preocupaciones y conjeturas de la sociedad de la
época, lo que llena a la obra de un realismo aún más supremo.
Clarín nos lleva a un espacio temporal como
es la Semana Santa de Vetusta, en la que el principal revuelo lo provoca
nuestra protagonista por querer ejercer penitencia descalza en la procesión del
Jueves Santo. Escandaliza a ciertos personajes y nos hace comprobar como el
pueblo de Vetusta es falsamente cristiano e incluso alguno de ellos envidioso
del papel que tomará Ana en dicho acto.
Ella misma, la que ha pasado a ser “una más”
de la sociedad por caer en el adulterio, por sucumbir a sus deseos carnales y
que Clarín nos muestra con gran maestría a la hora de analizarnos a una
sociedad de baja moral, que se aboca al fracaso, en ambientes degradados de los
que nada bueno se espera. Personas falsamente “vestidas” de una clase social a
la que realmente no deberían pertenecer por el mero hecho de su actitud ante la
vida y los demás.
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